lunes, 14 de enero de 2013

I knew you were trouble, Héctor


Cuando llegó a casa, aún seguía pensando en la escena del ascensor del hotel. Sentía que había traspasado un límite peligroso sin que estuviera en sus planes.
Valentina, a sus 19 años, siempre había sido la típica niña buena que no hacía nada sin el consentimiento de sus ricos padres. Solía tener todo lo que quería en menos de veinticuatro horas siempre y cuando mantuviera la honradez y dignidad que la familia Del Amor había tenido desde hacía décadas. Valentina del Amor era una joven llena de belleza, tanto exterior como interior, tenía una melena larga y ondulada de un color cobre brillante que siempre llevaba al viento, unos ojos marrones claros que al sol parecían volverse verdes y una sonrisa como ninguna otra; físicamente tampoco pasaba desapercibida claramente, sus padres se habían encargado de convertirla en la “chica perfecta”. Respecto a su vida académica no hay nada que no se pueda destacar, tenía una nota media inmejorable y sabía tocar el piano, aunque ella decía que era el instrumento de los niños pijos por naturaleza, pero ella y esos “niños pijos” no tenían nada que envidiarse porque aunque ella quisiera negarlo pertenecía a ese grupo de adolescentes. La señorita Del Amor también había tenido esos amores adolescentes, unos más sinceros que otros, que todos tenemos alguna vez. Pero solo uno, Héctor, dos años mayor que ella, la había marcado de tal manera que no había podido remediar cometer locuras, pero de eso hacía tiempo. Valentina tras un largo y rígido castigo de sus padres había vuelto a ser la “chica perfecta” que querían que fuera. Se había echado un novio también “perfecto” que compaginaba muy bien con su madre y al que su padre adoraba debido a su talento por el golf, o quizás por su fortuna.
Una tarde se dirigía al hotel a recoger unas compras que le habían traído desde París, claramente una chica como ella no se iba a conformar con comprar su ropa o zapatos en cualquier tienda de ciudad. Tenía una suite reservada en el hotel Ritz de Madrid solamente para guardar estas vestimentas tan caras. Y cuando terminaba de probárselo todo volvía a casa o si estaba muy cansada dormía allí.
Pero aquella noche mientras bajaba en el ascensor se encontró con la persona a la que más extrañaba sin darse cuenta y quizás la que menos le convenía. Su ex. Había pasado mucho tiempo desde su último encuentro pero al verlo de nuevo ella pensaba que se desmayaba allí mismo. Héctor iba con traje chaqueta, se estaba soltando la corbata y desabrochando los primeros botones de la camisa cuando entraba en el ascensor. Llevaba esa barba de tres días que a ella le gustaba tanto y al verla el simplemente tuvo que hacer dos movimientos para volverla loca. Sonreír y pasar su mano hacia atrás sobre el pelo como si intentara peinarse con los dedos. Valen, como él solía llamarla, en un intento de mantener la calma, por como ese hombre en menos de tres segundos la había erizado, se mordió el labio sin darse ni cuenta. Su cuerpo comenzó a latir instantáneamente. Él sabía que su encuentro no podía quedarse simplemente en unas palabras y paró el ascensor. Empezaron a besarse como locos, con ganas, con pasión y con algunos “te he echado de menos”. Poco después desaparecieron entre las habitaciones del hotel.
De vuelta a casa Valentina no podía creerse lo que había ocurrido, no podía permitir que se enteraran de lo que comenzó en un simple ascensor y duró toda la noche, pero tampoco se arrepentía de ello.
Cuando llegó trato de comportarse con normalidad para que nadie sospechara que no había dormido sola aquella noche. Intentó ponerse a leer para distraerse pero en ese instante leyó una frase que volvió a recordarle a la noche anterior “Y era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles paralelos sin saber que… algún día volveríamos a encontrarnos”. Viendo que con leer no conseguía olvidarse de lo sucedido puso la radio pero sonaba “ I Knew You Were Trouble”. Todo le recordaba a la pequeña aventura de aquella noche. Se estaba volviendo loca. Loca de amor. Ella solo podía imaginarse como hubiera sido su vida con él, y rápidamente supo que la palabra “aburrida” no estaría en su historia. Quería dejarlo todo y no arrepentirse de nada, pero eso no siempre es fácil. Decidió ponerse a tocar el piano y así poder elegir lo que tocaba concentrándose al máximo y olvidarse de lo demás.
Media hora después sonó su Iphone5, no era ni una llamada ni un WhassApp, sino un mensaje. Ella consideraba que los sms tenían más valor, pues no podías darle vueltas al asunto, eran claros y directos, y gastabas un poco de dinero en hablar con la otra persona. Aunque para gente como Valentina unos céntimos no suponían nada. El mensaje era de un número desconocido y decía: “Estaba... Estaba pensado en ti. Estaba pensando en como te he echado de menos. Pero no durante estos últimos días. Sino siempre. Estaba pensando en que podríamos ser felices, en lo bonito que sería ser una pareja cualquiera, incluso aburrirnos en un sofá, mano sobre mano, delante de la tele. No voy a decir que no puedo vivir sin ti. Porque puedo vivir sin ti. . . Pero no quiero, Valen" Valentina solo pudo sonreír pero esperaba que ese mensaje no fuera de Héctor, era algo imposible, Héctor era el típico rebelde de las pelis y para nada tenía ese punto romántico. Aunque en el fondo deseara que fuera suyo, no debía serlo. Pero a ella se le olvidó que al final de esas pelis el chico malo terminaba enamorado. El mensaje era de Héctor. Ese “Valen” del final del sms lo decía todo. Pero por si fuera poco, al instante le llegó un whassapp “Soy Héctor, he cambiado de número, podría habértelo dicho por aquí pero sé que los mensajes te parecen más importantes, sólo necesito una respuesta y nos escapamos juntos”. No podía creerse lo que le estaba sucediendo. Era la típica historia de los libros, la que todas hemos soñado alguna vez, pero esa no debía ser su vida, ella había nacido para ser un ejemplo a seguir como toda su familia. No podía cometer errores. Y se acordó de una frase que de pequeña le habían dicho “Quédate quieta, en silencio, y escucha a tu corazón. Y cuando te hable, levántate y ve dónde él te lleve”. En ese momento su corazón solo la guiaba hacia Héctor. Pero entonces… ¿Dónde quedaba toda la honra de su familia? ¿Y su futuro? Estaba entre la espada y la pared y eso, no le gustaba para nada.
Por un momento intentó recordar todas las sonrisas que le habían aportado sus padres y todas las que en menos tiempo le habían aparecido gracias a las tonterías de Héctor. Su nombre resonaba en su cabeza, una vez tras otra. Hizo la maleta y escribió una nota que dejó sobre la mesita de su habitación. “Necesito escaparme por unos días, no os preocupéis por mi. Ya volveré. Valentina” Dejó su móvil encima de la cama y se marchó. No quería que nadie le hiciera cambiar de parecer. Quizás no había tomado la mejor decisión del mundo pero en ese momento era lo que siempre había querido, dejarlo todo por amor.